Dos grandes paños de seda, probablemente del Oriente islámico y tejidos entre los siglos X y XI, merecen el viaje hasta esta meca del Occidente cristiano. Y tomarse tiempo para admirarlos en el centro de la sacristía museística de la iglesia del monasterio de San Zoilo, después de una noche seráfica en pleno Camino de Santiago. Sus muros fueron consagrados a san Juan Bautista en el 948, aunque el humanista Ambrosio de Morales, historiador de Felipe II, especula que pudo existir aquí otro cenobio más antiguo hasta que Alfonso VI lo colocara bajo la regla de Cluny.
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